martes, 27 de octubre de 2009

Capítulo V: Comienza el viaje, el camino se cierne

Una brisa suave y fría acariciante, muerta la cara, cerrados los ojos. En barro hundido y oscuridad acechante. Hierba que susurra, olor húmedo que se cuela en lo más recóndito del alma. Cradum abrió los ojos, al principio no vio nada, nada salvo una niebla enceguecedora que le nublaba la vista, no sabía quién era ni dónde se encontraba; bien podía estar en lo alto de alguna montaña inalcanzable, cual barrera unificada contra todo lo existente, bien podía encontrarse en una playa salina, o bien podía incluso, no estar. Cradum notó una nausea y se obligó a cerrar los ojos, levantó un brazo, notando cómo se despegaba del barro y se lo pasó por la frente, entonces un pinchazo, leve en principio, le subió por la espalda, convirtiéndose en un estallido de dolor, que le obligó a gemir y a retorcerse en el suelo, comprendió que estaba herido. Volvió a abrir los ojos, y la niebla que los cubría desaparecía, pero pronto una presión incontrolable se adueñaba de su cabeza, mas pudo vislumbrar dónde se encontraba; una bella llanura ante sus ojos se mostraba encharcada, una tormenta la había invadido, rompiendo su singular calma. Entonces una luz se encendió en la mente de Cradum, comprendió al fin qué había ocurrido, y llevado por un impulso de supervivencia se incorporó para sentarse, sintiendo tantos dolores que no sabría decir qué se había roto, con una mano apoyada en el suelo y otra sujetándose la cabeza por la frente, como si su peso fuera insoportable, observó la quietud de la llanura, pero no vio a sus agresores, ello lo tranquilizó en cierto modo. Lo malo era la noche que se avecinaba, no le agradaba la idea de quedarse ahí a pasarla, así que con un sobrehumano esfuerzo se levantó. Más allá se extendían unas montañas que se prolongaban hacia el cielo, techadas de oscuras nubes. Cradum difícilmente se tenía en pie, y dio gracias de que hubiese algún árbol perdido antes del bosque, que todavía estaba a una considerable distancia, que se alargaba más al encontrarse herido. Agarró una rama caída por la tormenta a los pies de un saludable roble y se encaminó hacia la pared de árboles.


Continúo con el comienzo de un capítulo más, ya figura el autor en la lista de la editorial pero aún no tine fecha fijada para maquetación, él continúa con su trabajo y un máster por ,o que dispone de mucho menos tiempo para escribir.

domingo, 4 de octubre de 2009

Capítulo IV: Los jinetes de insólitas monturas

Esa misma noche ya estaban hechos los preparativos, el cielo estaba despejado y no hacía demasiado frío. Dos personas se encontraban en la salida del pueblo. Cradum tenía la vista perdida en la vasta llanura que debían atravesar, solitaria y oscura; repasaba cuidadosamente sus planes con su mente calculadora, le gustaba tener cada detalle previsto, por muy insignificante que fuera; había decidido partir de noche por esa misma razón, ante la certeza de que muchos ojos serían cegados; en la llanura era muy fácil ser visto. Cradum planeaba llegar al bosque de Lindlum, en cuyas profundidades se ocultaba la fortaleza de Mulogan, el nigromante, antes del amanecer. Se oía el chirrido de los grillos, así como el ruido de un arroyo cercano. Un olor a lavanda flotaba en el ambiente.

Nomir se paseaba impaciente, montado en su caballo. Cradum le había dicho que lo mejor sería que se bajase y descansase, pues le quedaban horas de cabalgada intensa por delante; pero no le hizo caso, o no pudo hacérselo debido a sus nervios. Nomir sentía la vida corriéndole por su interior, parecía que la fría nieve que congelaba su alma empezara a derretirse junto con la llegada de la primavera, montando su caballo, la espada colgando y rechinando metálicamente en un costado, se sentía alguien importante. Todo se lo debía a su amigo Cradum, que había logrado no sin esfuerzo convencer a Krulem. La cuestión era que Naram necesitaba hombres jóvenes, valerosos y decididos. Nomir pensó en los malaki y un instintivo sentimiento de venganza se apoderó de él, derritiendo aún más su hielo interno, pero provocando con ello intensos torrentes que alimentaron su ira. Cradum le había hablado del peligro que residía en tal sentimiento, puesto que el odio y la venganza eran de los sentimientos más fuertes que existían, e impedían ver las cosas con claridad y ofuscaban el cerebro, pero Nomir no podía construir desvíos ni presas para contener la inundación de emociones de su alma, no ahora que ya había comenzado. Desechando todo esto, pensó ahora en las ganas que tenía de aprender el arte de la espada, ya que su interés por ello se remontaba mucho tiempo atrás, cuando empezó a usar a escondidas las viejas armas del padre de Krulem. Ahora por vez primera poseía un espadón de acero decente y una daga corta.



Sigo poniendo el comienzo de cada capítulo, el proceso de reajuste de texto, entre la editorial y el autor, aún no ha finalizado, mientras el autor ya ha registrado un segundo libro, que pertenece a una saga prevista de tres de los cuales esrte es el primero, el autor está trabajando, en prácticas, aquí cerca de Oviedo y comenzará un master en breve, lo que hará que no pueda contiinuar con el tercer libro al ritmo que lo ha hecho últimamente.