domingo, 25 de abril de 2010

Capítulo XIV: Huéspedes de Silona

Nomir abrió los ojos y vio un techo blanco, cual si el reluciente vestido de la dama durmiente se hubiese quedado allí enganchado. Algo extraño le recordó que no se encontraba en su cama, en el tranquilo poblado de Naram. Se frotó los ojos y se incorporó, aturdido. Un vistazo a su alrededor le bastó para indicarle dónde estaba. Los rayos dorados del sol eran ahora los que se enseñoreaban de la estancia, y se colaban a raudales por la ventana, libres de todo impedimento que manos inmateriales o humanas quisiesen ponerles. Los ruiseñores y sinsontes piaban en el exterior, contentos al recibir el cálido abrazo matinal perlado de diamantinas gotas de rocío.
Una idea se abrió paso en su cabeza como una aguja azuzando su inquietud: ¡Era tardísmo! ¡Sirio le iba a matar!
Se levantó de la cama como una exhalación, sintiendo un mareo ante la brusquedad de la operación. Se vistió a trompicones. Y mientras aún estaba atándose las botas, se metió un bollo de una fuente cercana en la boca, acompañándolo con dos manzanas que introdujo en los bolsillos de sus pantalones. Al abrir precipitadamente la puerta casi se lleva a una sirvienta que probablemente le iba a servir el desayuno por delante, sólo tuvo tiempo de disculparse y de asegurarle que tenía mucha prisa.
Dos veces se perdió y dos veces preguntó dónde se encontraba el patio de armas. Cuando llegó, habían pasado dos horas desde el amanecer. El lugar de entrenamiento de la soldadesca era grande y tenía el suelo de arena batida mezclada con gravilla. Sintió la brisa pura y fresca y miró hacia arriba, una perezosa nube de algodón cubría el sol en ese momento, que al parecer también le costaba desprenderse de la caricia húmeda de sus sábanas. Un par de magos jóvenes de túnicas bandeadas de rosa y de azul bromeaban y reían mientras atendían el jardín, y observó que tras ellos se imponía un campo de coloridos pensamientos, que parecían estudiarle ceñudos y altaneros. Una vaporosa rosa roja se asomó de refilón entre el repliegue de una bocamanga de terciopelo.


El comienzo de otro capítulo mientras esperamos la publicación de la obra

domingo, 4 de abril de 2010

Capítulo XIII: La audiencia

Cradum se despertó en una confortable y mullida cama, ya apenas sentía el familiar azote del dolor. Una rápida mirada le bastó para ver que se encontraban en una habitación grande. Nomir yacía en una cama cercana, y Sirio en otra enfrente de él. Se trataba aquella de una estancia bien iluminada, abierta a los jardines con amplios ventanales, pero el cielo estaba cubierto, y una fina lluvia se despegaba de las nubes.
Estaba aún medio dormido, pero Nomir observaba el techo con los ojos bien abiertos, como si intentase descubrir entre los lechosos repliegues el sentido a su situación. Cradum le llamó, a la vez que su instinto le aconsejó reparar en que éste no estaba atado, ni Sirio tampoco.
—¡Nomir! —le saludó con una mano en alza.
—¡Vaya! —exclamó Nomir con una sincera sonrisa —veo que ya estás despierto, estamos en el hospital de Silona, Kjata nos ha salvado.
—¿Cuánto llevo dormido? —inquirió Cradum, levantándose, puesto que ya no aguantaba más en la cama.
—Casi un día, yo llevo bastante rato despierto, pero Sirio sigue dormido —dijo moviendo la cabeza en su dirección —parece éste un lugar de lo más silencioso…
En ese momento Kjata entró en la habitación con un vistoso ramo de flores y golpetazo de puerta a su espalda, desmereciendo las palabras del joven, que colocó en el jarrón de la mesa del lado de Cradum antes de que nadie tuviera tiempo de abrir la boca. El arco iris de pétalos despedía un olor que le devolvió a la mente el pueblo donde vivió tres días con Kfindir, ello le trajo un recuerdo de doble filo, doloroso y agradable a la vez. Kjata se paseaba como por su propia casa.
—¡Vaya, vaya!, os salvo y ni una palabra de agradecimiento —se quejó, parecía realmente ofendido. Cradum se fijó en que tenía el mismo desastroso aspecto que en las minas, sin siquiera haberse lavado la mugre de su ropa o cara.
—Todavía no es domingo —dijo Kjata entre dientes, cual si hubiera oído los pensamientos de los pacientes.



Seguimos a la espera de que se acabe todo el proceso anterior a la publicación que ojalá sea pronto ya que se demora mucho