viernes, 11 de diciembre de 2009

Capítulo VII: Que trata de la prodigiosa empresa en la que se ve envuelto el joven mago Negor

Era noche tardía, el rocío perlaba las hojas, parecía que el invierno buscaba refugio en cualquier rincón, como si se escondiese de la primavera, esperando acechante el retorno de su era. Un viajero había caminado toda la noche en busca de un destino. Estaba muerto de frío, algo que no era de extrañar llevando la ropa que llevaba, una sencilla túnica gris con un intrincado copo de nieve cristalizado bordado del lado del corazón. Podía oír el chapoteo de los pequeños charcos que pisaba. El aire gélido penetraba en su cuerpo a través de los pulmones, debilitándolo. ¡Más valía que mereciera la pena!, pensó, de lo contrario Alastaron le debería una buena explicación.
El joven mago del Hielo Negor estaba malhumorado. Su maestro le había dejado un mes para que pudiese viajar a su antojo por la región norteña del imperio de Démini en búsqueda de conocimientos. No se trataba pues de un viaje de placer, sino de un periplo que pretendía expandir su ya no poco dilatada sabiduría. Sin embargo, hacía un par de días había recibido un mensaje de Alastaron que le convocaba para hablarle sobre asuntos de gran transcendencia.
Llegó a un cruce de caminos en el momento en que un viento suave se levantaba, y las nubes dejaron al descubierto a la indefensa luna, que lo bañaba todo de un color plateado. El problema era que no había cartel que señalase lugares, y aunque Negor ya había ido por allí más veces, no lo conocía lo suficientemente bien como para atravesarlo de noche. Miró a los lados, pero no se veía ni un alma, maldijo su suerte y decidió que él mismo tendría que elegir a ciegas el camino. Miró al de la izquierda, el que seguía paralelo al curso del río, pudo ver la luna reflejada en sus tranquilas aguas y la barrera de alisos que susurraban, así como la hierba alta y frondosa creciendo bajo ellos. Después torció el cuello para mirar a la derecha, y vio un pedregoso así como polvoriento camino que ascendía, tornaba en medio de unas zarzas y seguía subiendo hacia la derecha, perdiéndose en la lejanía. Pensó que había las mismas probabilidades de confundirse fuera por el camino que fuera, así que escogió el que se le antojó más fácil.
Y con decisión continuó a paso firme. Tenía miedo a que le saliesen ladrones, podía hacerles frente, pero quedaría agotado, pues ya casi no le quedaban fuerzas ni para andar. Cada paso se le hacía una tortura, los huesos le dolían, las plantas del pie le escocían, los ojos se le cerraban, hacía un esfuerzo sobrehumano por caminar, no debía rendirse, tenía la garganta seca, hacían horas desde que se le había agotado el agua, y la del marrón y terroso río no invitaba a saciar su sed. Se dijo que se sentaría a descansar un poco, y bajo un arce cerró sus ojos y quedó dormido


Sigo poniendo el comienzo de los capítulos hasta que tengamos nuevas noticias